Por Matías Carrasco
Hay lugares que no existen. Están en alguna parte, siendo imaginados, pero que todavía no logran existir. Los piensan quienes sueñan con una vida mejor para todos y también aquellos que los necesitan para apaciguar la desesperanza, la incertidumbre o el sufrimiento.
El ser humano tiene esa cualidad de hacer de esos lugares una realidad. Hay hombres y mujeres, quijotes y mafaldas, que se interesan por las cosas del mundo, dibujan en sus cabezas una solución y porfían por verla nacer.
No está en ellos el afán de producir, generar riqueza o rentabilizar al máximo la inversión. Existe más bien un interés profundo, animado tal vez por la propia experiencia, de devolverle algo a la vida, de hacer justicia o simplemente de entregar cariño y dignidad.
En la Fundación Casa Familia están soñando un lugar, ese que todavía no existe, pero que sin dudas, algún día existirá. Ellos saben de qué se trata esto. En otro tiempo pensaron en una casa de acogida para niños con cáncer y sus familias y que lograron – a puro esfuerzo, convicción y la ayuda de amigos – hace 20 años construir.
Hoy ese espacio – que antaño no había- acoge a niños de provincia que están recibiendo un tratamiento contra el cáncer en el Hospital Calvo Mackenna, permitiéndoles vivir este doloroso paso en compañía de sus madres, en un ambiente cálido y seguro, entre pájaros de papel, fotografías, un jardín luminoso, juguetes y, sobre todo, humanidad.
Pero quizás empujados por el espíritu de los mismos niños – ese incansable, libre y soñador- volvieron otra vez a imaginar. Y ahora están empeñados, con esa locura que solo nace del corazón, en levantar un nuevo hogar para acompañar a niños terminales a morir junto a sus familias.
Es un lugar que en Chile no existe, pero que una vez habitado puede traer mucha paz a personas que no logran esquivar la muerte y que en sus casas no encuentran el apoyo o las herramientas para enfrentar ese final tan drástico como misterioso.
“Queremos crear un pedazo de cielo en la tierra”, me cuenta Mono Gana, directora ejecutiva de la fundación. Una nube que refugie a esos niños y niñas, que los abrigue y que los trate con la suavidad de un algodón en sus últimos días.
Es interesante darnos cuenta que en una vida tan ajetreada como la nuestra – veloz, individualista, agresiva, a veces superficial, solitaria y ausente- algunos estén pensando en hacerles a los que sufren un rincón afable y tranquilo para morir en paz. Son signos que avivan la esperanza.
Cada uno de nosotros puede colaborar para que cientos de niños con cáncer sigan teniendo un espacio de acogida y acompañamiento. Entre el 3 y el 9 de mayo, la Fundación Casa Familia realizará su primera colecta digital en donde se puede aportar de manera fácil y rápida en el link https://www.colecta.casafamilia.cl
En un contexto difícil como el que estamos viviendo producto de la pandemia, es muy importante que la fundación, las familias y sus niños, puedan contar con el mayor apoyo posible. Entre todos y todas, hagámoslo realidad.
Por Matías Carrasco.
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